El coche fúnebre es el vehículo empleado para el transporte del cadáver desde el lugar de velación hasta el destino final que será un cementerio o crematorio.
Los primeros transportes de cadáveres nacieron de la necesidad de transportar el féretro hasta los cementerios que se empezaban a construir en las afueras de las ciudades. Inicialmente se hacían con carrozas tiradas por caballos acristaladas y ornamentadas en exceso. Esta excesiva pompa (del griego pompé, procesión) fue la que dio origen a la denominación Pompa Fúnebre.
Las primeras apariciones datan del Siglo XVI en Inglaterra. El color de los caballos, el número de ellos, así como los adornos de estos permitía conocer si él fallecido era hombre o mujer o si pertenecía a la clase alta. El farol que se ponía sobre el féretro (en inglés Hearse) quedo hasta nuestros días para denominar en inglés al carruaje fúnebre.
No fue hasta principios del siglo XX que empezó a aparecer el coche fúnebre a motor actual el cual compartió espacio hasta la mitad de siglo con el de caballos. Al acabar la segunda guerra mundial el coche fúnebre a motor evolucionó hasta el formato de nuestros días, basado en un modelo estándar de vehículo, el cual se corta y amplia tanto el chasis como la carrocería para poder albergar un féretro, así como los ornamentos florales del cortejo.
Se mantuvo como guiño al carruaje de caballos el Landó o Landau lateral (pieza metálica ornamental en forma de ese en la parte trasera del vehículo). Por el contrario, si este es totalmente acristalado se denomina limusina.
Marcas como Mercedes Benz, Cadillac, Lincoln, Rolls Royce o Daimler son las que se suelen emplear para carrozar coches fúnebres. El proceso se hace a través de empresa especializadas tanto en carrozar coches fúnebres, como ambulancias, y vehículos especiales. En actualidad los motores híbridos y eléctricos empiezan a ganar protagonismo.